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EL APRESURAMIENTO ELECTORAL, AGENDA TEMÁTICA Y CONDUCTA ESPECULATIVA


Por CLAUDIO MÁRQUEZ
La forma apresurada en que ha ido forjándose el ambiente electoral del país, de cara al año 2012, hace incurrir en errores fatales a los menos diestros en el manejo de las coyunturas políticas.
Por más que quiera evadirse, en la movilidad electoral de los partidos políticos acusa importancia vital la cuestión de la agenda temática, la cual no es ni debe ser el producto de una decisión unilateral y, mucho menos, emocional.
Las agendas temáticas son el producto de tres expresiones bien concretas: los análisis y estudios de comportamiento del mercado políticos, de la racionalidad funcional del sistema de opinión pública y su comportamiento histórico.
Asimismo, se conviene en el hecho de que los procesos electorales se corresponden con circunstancias políticas especiales, razón por la cual la medición cuidadosa del “pulso electoral” es vital para cualquier candidato o proyecto presidencial.
Esta medición no guarda relación fría con el papel de los comunicadores sociales y mercadólogos políticos, sino que se concibe como el producto de una acción y reacción activa, en la que los enfoques y temáticas de campaña no dependen exclusivamente de las tajadas numerales provenientes de las investigaciones del mercado, sin dejar de considerar su importancia
Tomar en cuenta el problema cultura, las actitudes de comportamiento psicológico, así como las inclinaciones ideológicas y el proceder de los grupos sociales con jurisdicción de voto e influjo en el dictamen electoral, son factores que cuentan, por igual, en las decisiones de la gente.
Considerando el hecho de que concurrimos a una campaña electoral apresurada, es obvio tomar en cuenta como se lía la agenda temática y qué tipo de roles pasa a jugar ésta en el contexto de las posibilidades electorales partidarias.
Hay quienes creen que la agenda de temas en una organización debe indicar únicamente un vínculo con la coyuntura, desconociendo que las coyunturas políticas son sumamente cambiantes, sobre todo cuando las mismas se adjudican sin otra perspectiva que su articulación inmediata, es decir, sin otra razón que la espontaneidad en la definición temática.
Y es, precisamente, la causa por la que hablamos de “errores fatales”, en el apresuramiento de las pautas electorales. No ver la agenda de temas de un candidato o de una organización política como la resultante de una reflexión madura y de contexto global conlleva, pues, a la comisión de errores insalvables para una organización o proyecto político.
En el escenario actual disponemos de dos expresiones ejemplarizantes de cómo la ligereza electoral determina la adjudicación de temáticas superficiales y, por tanto, sin una adecuada sustentación político-ideológicas e histórica. Estos casos guardan relación con los dos principales precandidatos perredeístas, Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado.
Amén de que ninguno de estos dos pre-candidatos ha presentado al electorado nacional propuestas de Gobierno globales y sustentables, a lo que aludimos de forma concreta es al prototipo de candidatos o precandidatos que sin disponer de una comprensión y, por tanto, de una formulación conceptual global sobre los problemas del país, persiguen afianzarse sobre la base única de la instigación y los golpes mediáticos.
En el aspecto de la instigación mediática, el debate político se ve, muchas veces, reducido a una confrontación frívola y trivial, por lo que su aporte a la edificación de los grupos sociales con potencial de decisión electoral se canaliza de forma retorcida.
Creo, sinceramente, que es la debilidad que debe aprovechar el Gobierno y sus precandidatos presidenciales para orientar o reorientar su contenido temático, lo que pudiera, junto a otras acciones de comunicación estratégica, ventilar un pulso efectivo de la coyuntura electoral y, sobre ese ejercicio, delimitar y abrir campos de acción e influjo político situados por encima de los factores especulativos de la oposición política.
*El autor es periodista.

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